sábado, 22 de marzo de 2014

Demasiados demasiado

Demasiados demasiado         

demasiado cansado
para seguir adelante
demasiado lejos
para volver atrás
demasiado tarde
para empezar
demasiado enfermo
para sanar
demasiado solo
para acompañar
demasiado hundido
para apoyar
demasiado frio
para dar calor
demasiado odiado
para volver a amar
demasiado ruin
para ser feliz
demasiado roto
para unir
demasiado desengaño
para creer
demasiado egoísta
para escuchar
demasiado ausente
para acercarme
demasiado inerte
para vivir

Mi cuerpo no siente
la rigidez se apodera de el
por los ríos de mi cuerpo
ya no fluye la vida
el aroma del incienso se disipa
igual que el de esas flores
que alguien sin nombre dejó
la gélida oscuridad me rodea
el rasguñar en la piedra
me dice que viene a por mi
cruje la madera, es verano


Si, estoy muerto
lo se
pero es demasiado pronto
para querer darme cuenta

El Pibe


sábado, 15 de marzo de 2014

Volver (con la venia del Maestro)

Volver decía Gardel
como si el tiempo no existiese
como si los años no hubiesen pasado
veinte años no es nada enfatizaba el maestro
nuestra mente quiere reconocer
en esos rostros que nos esperan
aquellas almas jóvenes del pasado
amigos que se empeñan como uno
en poner un puente desde el pasado
sobre las aguas turbias que ha dejado nuestra vida
al presente del reencuentro

Volver si, al paraje amado
a la querencia de un rincón en el mundo
que sigue siendo el mismo
que poco o nada ha cambiado.

Los amores del pasado
incluso aquellos que nos buscan hoy día
al igual que otros intentan
cruzar esas aguas turbias
no es fácil, no somos los mismos
ni siquiera nuestro corazón lo es
tantas heridas, tantas lágrimas
tantas alegrías que no imaginábamos
tantos abrazos, tantos besos
tanta piel por nuestras manos

Pero volver , si, a ese lugar
a esa silla en el bar
a la tertulia de una noche cualquiera
a la rambla los domingos
a la escollera con los amigos
al ensayo de La Falta
a las noches de bohemia
aunque El Canario no esté

Y otra vez dejamos
sueños en otras tierras
amores que no llevamos
vidas que no seguiremos
lugares que aprendimos a querer
donde fuimos queridos
donde también nos llegó el amor

Volver, volver a dejar
cada vez que nos vamos
dejamos un trozo de nuestra vida
un rompecabezas que jamás
volveremos a juntar


El Pibe

viernes, 14 de marzo de 2014

El Ruso

El Ruso

Diciembre de 1981, yo contaba entonces con 14 años, fue mi primera migración en busca de trabajo, mi padre había fallecido casi dos años antes y las expectativas para mi madre y para mí, en Uruguay, no eran alentadoras.

En Argentina se vivía entonces una de tantas épocas de bonanza económicas y allí estaban mis tíos, Beba la hermana de mi madre y Julio su marido, regenteaban junto a sus hijos una panadería muy cerca de la avenida Juan B. Justo.  Mi tío Julio, hijo de inmigrantes Judíos, había llegado a B. Aires desde Uruguay ya hacía unos cuantos años, con muchísimo esfuerzo, como marcaba la tradición ancestral de su estirpe, había conseguido, no sin algún traspié, una estabilidad económica al lado de una mujer extraordinaria y habían formado una familia que trabajaba y vivía en base al principio del trabajo duro y constante.

Mi tío, recordaba siempre con cariño la figura de mi padre, años antes  habían mantenido además de la relación familiar derivada de sus parejas una gran amistad, que pese a las dificultades  de algún momento, perduraba en el tiempo. Al fallecer mi padre, fueron los primeros en aparecer en escena ofreciendo sin restricciones  su apoyo en aquellos momentos difíciles, al punto de ofrecernos no solo la posibilidad de trabajar con ellos, sino también su hogar y cariño y el de su familia.

Así, en aquel verano, nos trasladamos a Buenos aires, mi madre comenzó a trabajar con mi tía en la tienda de aquella panadería en la calle Añasco y yo junto con mi primo a ayudar en la “cuadra” de aquella panadería.  Por supuesto que una de las condiciones que ponían a aquella colaboración era que yo continuase mis estudios, motivo por el cual sabía que el esfuerzo seria por partida doble, Así empezó mi periplo estudiantil que termino con un bachillerato acabado a base de exámenes libres preparándolos en una academia en Ituzaingo y desplazándome a Montevideo cada 3 meses a presentarme a los mismos. Metodología que continuo aun cuando regrese por fin a Montevideo en el año 84 para poder así seguir trabajando y compaginando los estudios.

Aquellos años marcaron a fuego lo que sería el resto de mi vida, no me falto en ningún momento el apoyo emocional que necesitaba, la figura de aquel hombre que, a pesar de las dificultades y desengaños sufridos de parte de quienes él nunca supo negar ayuda, seguía manteniendo aquella actitud solidaria, término representando la figura paterna perdida trágicamente.

Vivimos entonces aquel episodio trágico en la historia de esa nación, la Guerra de las Malvinas, declarada el 2 de abril de 1982 y que  conmociono a todo el país, y en el seno de aquella familia se vivió con el nerviosismo lógico provocado por la incertidumbre de no saber cuándo llamarían a filas a uno de sus hijos.
Aquella guerra infame, por un trozo de tierra que nadie hasta entonces quería, en donde ondeaba una bandera que nunca debió hacerlo de una potencia de ultramar lejana, dejó como saldo casi un millar de muertes entre los 2 bandos y decenas de miles de vidas jóvenes marcadas por el horror de un conflicto absurdo.

Una junta militar consciente de que llegaba al fin de sus días decidió, como estrategia propagandística, reclamar aquel territorio sin importarle el saldo inmoral de vidas de aquellos jóvenes obligados a participar.
No hare un relato de lo ocurrido durante el conflicto, de ello se ha hablado hasta el hartazgo y quien no lo conozca lo puede googlear tranquilamente y verlo desde el prisma que prefiera. En aquel hogar se intentaba diariamente mantener la calma y evitar hablar de lo obvio, nadie podía adivinar que aquello terminaría en el mes de junio de ese mismo año, para mí y los integrantes de aquel núcleo, nos parecieron décadas.

En mi recuerdo sigue latente la figura de aquel hombre, ni tio, que poco tiempo después dejo este mundo, sigue hoy vivo como un ejemplo de solidaridad no solo con los más cercanos, sino también con cualquiera que su corazón le dictara merecía ser ayudado.

A su lado su mujer, Beba, con una fortaleza envidiable y sentido de entrega a la familia, mantenía a raya a base de interminables horas de trabajo la economía de aquella empresa familiar. Emprendedora como pocas he conocido en mi vida, no recuerdo ya que no supiera hacer, su paso firme y decidido por la vida, arremetía  contra las dificultades como un verdadero huracán y quienes íbamos detrás sabíamos que podría con todo. Esa actitud y fortaleza mantenía en alto la moral de aquella unidad como el mejor comandante ante su tropa. Nunca la vi flaquear, no en los peores momentos, ni cuando el dejo de estar, ni muchos años después cuando el deterioro de los la edad empezó a hacer mella en su salud.

Hoy, cuando me planteo mi vuelta al país tengo la suerte de contar con el apoyo de mi primo, no pasa una semana en que lo tenga detrás preguntándome sobre el avance de los tramites, llamando para apoyarme y animarme. Hoy le he visto, cosas de estas redes sociales, nos conectamos y junto a su pareja y su niña pude verlo, cosas de la genética es la figura viva de mi tío, una mujer  maravillosa a su lado que lleva meses escribiéndome y dándome ánimos  y reiterándome su apoyo incondicional, es como volver a vivir aquellos años.

José , el Ruso como le han dicho siempre al igual que a su padre, es otra alma solidaria, un padre comprometido y un laburante incansable, que siguiendo los pasos que sus progenitores le marcaron es alguien que no deja en la estacada a quien necesita, esta como yo necesito que este, recordándome lo que fui y lo que soy capaz de conseguir, confiando y haciéndomelo saber, en que esta es solo una etapa más para mí, que el cambio puede no ser fácil pero, además de necesario, será positivo porque seguir hacia adelante es la única opción válida.

Gracias Ruso, gracias otra vez por estar y demostrarme que aún queda gente como vos.

Hoy es viernes, mañana Shabbat,
 Shalom aleijem.


El Pibe

lunes, 10 de marzo de 2014

Don Luis, el quiosquero

Don Luis, el quiosquero.


1976, mi infancia transcurría en la ciudad de Las Piedras, cursaba 4º de primaria en el colegio San isidro, como todas las mañanas había salido temprano rumbo al colegio, no sin antes pasar por el bar de mi viejo a darle los buenos días (mi papá se levantaba todos los días a las 4 de la mañana para abrir el bar) y continuar camino pasando por el quiosco de don Luis que estaba en la misma esquina y donde me aprovisionaba de chicles y figurítas(cuando no de contrabando de unos chicles que venían con unas cartas con “señoritas “en ropa interior, quien de mi generación no se las ingeniaba en conseguirlas?).

Esa mañana, cosa que me extraño, mi rutina se vio truncada debido a que el quiosco de don Luis estaba cerrado, solía abrir un poco antes de la hora en que los botijas del barrio salieran rumbo a clase. Esa mañana sin embargo faltó a la cita, mi papá me dijo que lo había visto entrar por la mañana temprano pero que luego le perdió de vista, que seguramente hubiese tenido que ir nuevamente a atender a Doña Claudia, su mujer, que estaría en otro de sus ataques.

Don Luis era un tipo amable, con un nivel cultural envidiable y buen oído para la gente. Mi viejo le había llegado a tener mucho aprecio, no era un habitué de las cenas en casa ni de las salidas con amigos o excursiones que se organizaban en el bar, era un hombre generoso que siempre estaba echando una mano a quien lo necesitara con la mayor discreción posible.

Había llegado a nuestras vidas unos años antes, el quiosco, pasó a ser una seña de identidad más delante del “Ruta 48” y su dueño alguien muy querido en el barrio.
Luis viva solo con su mujer, Doña Claudia, una mujer amable y de unos modales exquisitos , su figura alta y delgada y las facciones de su rostro, permitían adivinar fácilmente cual fue el motivo de que don Luis se fijase en ella 35 años atrás. Él era un hombre totalmente  calvo, de bigote a lo mostacho perfectamente recortado, sin barba. Llevaba siempre su pipa encendida, impregnado el aire con olor a chocolate de su Half and Half, mientras en la radio del quiosco, arrinconada en aquel diminuto espacio, sonaba por la mañana algún aria de Bellini, Bizet o Mascagni en la Sodre.

Sabíamos en el barrio, que cuando el quiosco estaba cerrado, en los horarios habituales de trabajo, la razón más probable era que Don Luis hubiese tenido que salir corriendo a socorrer y contener a su mujer en medio de una de sus tantas crisis.

El caso es que, hacia aquel día 10 años, se había muerto Carlos, su hijo, ahogado en uno de esos tantos accidentes en las lagunas de las canteras de nuestro país y que abundan en el departamento de Canelones.
Doña Claudia no había podido, no digo ya superar porque eso no creo que ninguno de nosotros pudiese, ni mantener un mínimo de equilibrio emocional. Llevaba desde el día del accidente, en el que estaban con él, teniendo alucinaciones, crisis de nervios y episodios de ausencia que terminaban con Luis buscándola por toda la ciudad, apareciendo generalmente en el cementerio de las piedras o en la cantera del fatal accidente.
Estas crisis y/o episodios de ausencia en los que ella creía ver a su hijo y salía a su encuentro, se sucedían a cualquier hora del día, encontrándose mi padre a veces a las 4 de la mañana  con Luis acompañando a su mujer de regreso a casa. Él era su apoyo, parecía ser el más fuerte, más de una vez había oído decir a la gente “la fuerza que tiene Luis, que no solo lleva su propio dolor, que además se hace cargo de su mujer”. Si, Luis parecía un hombre muy fuerte, entero, capaz de seguir adelante y con la cordura y el temple necesario que requería esa situación.

Aquella mañana, todos nos imaginamos lo mismo, que volvía a repetirse lo de casi todos los días, y que a la tarde tendríamos otra vez a aquel hombre amable y generoso que nos regalaba una sonrisa, un poco de charla y si estabas pasando un momento apurado (como o vi más de una vez) “llévale un cochecito a tu nene, ya me lo pagaras cuando puedas”.
Ese mediodía, a la salida del colegio, me esperaba Caraballo (el amigo de mi papa) yo llevaba ya desde 2º volviendo solo caminando hasta el bar de mi viejo, comía y hacia los deberes ahí hasta que mi madre terminaba de trabajar. Le pregunté qué hacía ahí, que yo no necesitaba que me acompañase que yo me iba solo y me dijo que mis padres habían dicho que me fuese a casa directamente, que estaban todos bien y que no había pasado nada pero que fuese a casa directo.

Con 10 años yo tenía clara una cosa, cuando alguien te dice que en una misma frase “están todos bien y no pasa nada” es que algo malo, muy malo y que no quieren que sepas ha pasado.
Esa tarde acepte a regañadientes la custodia de Don Caraballo, primero porque él estaba haciendo eso cumpliendo con el pedido de mi viejo por la amistad que les unía y segundo porque en aquella época y con la crianza que uno recibía, cuestionar las directrices de un adulto no era parte de mí, pero mis viejos tendrían que darme una explicación cuando llegasen a casa.
Lamentablemente la primera en llegar fue mi madre, para quienes no la conocen, y la quiero muchísimo, mi madre no se ha caracterizado nunca por ser ni una persona sensible ni por su tacto a la hora de decir las cosas, me soltó todo como si se tratase de la crónica de sucesos de Subrayado. Don Luis había aparecido muerto en el quiosco, para colmo de males no se ahorro detalles comentando con Caraballo la horrible escena.

Mi papa  a eso de las 10 de la mañana se percató de un sobre que alguien había deslizado por debajo de la puerta de la cocina del bar, que solo se habría para dejar entrar a los proveedores, abrió el sobre y se encontró con una carta de despedida de Don Luis y últimas voluntades, que según expresaba, confiaba en el buen hacer de su vecino y amigo para que las hiciese respetar. En la carta se despedía y pedía perdón por lo que iba a hacer y por las molestias que sabía iba a ocasionar, explicaba también que un par de meses antes se había encargado de poner todo a nombre de su mujer para que esta no tuviese que preocuparse de ningún tipo de tramite salvo los inherentes a la pensión que le quedaría por viudedad, hasta lo referente al velatorio y entierro estaban cubiertos por un seguro que había contratado un par de años antes. A mi padre le pedía que por favor hablase la semana siguiente con unas chicas que querían comprar el quiosco e intentase negociar el mejor precio para su mujer. El, decía, lo había intentado, pero ya luego de 10 años, le era imposible seguir llevando la carga de su dolor y la pena constante de su mujer, así como el reproche de esta por no haber salvado la vida de su hijo.

Hoy veo gente lamentándose de su vida en las redes sociales, buscando mensajes y frases , que ni son suyas, cada vez más tristes y melancólicas, preocupando con esa imagen bucólica a quienes les leemos y deseamos su bien, llorando por los rincones por ilusiones que no han sido ni serán más que eso, desnudando sus miserias clamando a gritos que le vean, que vean cuanto sufren, que miren el maltrato constante al que les somete la vida, buscando un culpable para todo, ocultando en la manera de lo posible hasta los buenos momentos, porque si eso se postea no recibe comentarios. Esa gente que pensamos que en cualquier momento se quita la vida, y por la que nos sentimos miserables por no poder ayudar, o no saber hacerlo, terminan insensibilizándonos ante el verdadero dolor, ante el sufrimiento real, aquel que no busca cobertura mediática ni protagonismo .

Luis perdió a su hijo, no llamo nunca la atención, regalo sonrisas, palabras amables y de afecto, fue generoso incluso con sus últimos 10 años de vida al lado de una mujer que se había encerrado en su dolor. Luis se fue, pidiendo perdón y dando las gracias, antes de eso, nadie se había fijado en  que él era también un ser dolido y roto, porque quien tenía a su lado acaparaba toda la atención. Yo vi llorar a mi viejo y lamentarse por no haberlo visto, por no haber visto antes la carta, que tal vez si hubiese llegado a tiempo……………
Mirad bien a vuestro alrededor, no miréis lagrimas ni post melancólicos, llenos de dolor, el verdadero dolor no se expresa, porque nos da vergüenza reconocerlo, mirad en la gente que conocéis de verdad y lo que ha pasado últimamente en sus vidas, nos estamos acostumbrando a que en las redes todos se ponen etiquetas, “me duele “estoy triste “el dolor me abruma” súplicas de atención y otra cantidad de ellas, mirad realmente a quienes podéis ayudar, e interesaros por lo que pasa en sus vidas. Es la única forma de reconocer el verdadero dolor, manteniendo contacto y si se puede con un café de por medio.

Mientras sed felices, porque si no tampoco seréis de ayuda.

El Pibe




viernes, 7 de marzo de 2014

Kafka

Para algunos es fácil identificarnos con la obra de este grande,
  un artista del hambre  desde el castillo infranqueable de su genialidad,
 negándose a ser el comerciante de su propia obra hasta el final.
Quienes en la infancia le leímos, seguimos el camino a casa como niños en un paseo de campo, 
como en un sueño, recreando en nuestra mente cada historia en el paseo repentino.
Seguimos el proceso de la metamorfosis hacia la madurez, nos sorprendimos que no dejaba de tener allí incluso el mismo sentido, se asemeja al mundo, incomprensible como la conversación con el borracho.
Hoy que me siento el pasajero de mi vida, con ese barullo de mi mente, encuentro el mundo otra vez tan loco y sin sentido como en mi infancia. El termino Kafkiano , muchas veces se quiere aplicar a lo irreverente, fuera de lo común, que de normal puede tener este mundo que avanza a cada vez más a convertirse en la colonia penitenciaria global.
El Pibe

miércoles, 5 de marzo de 2014

El Beso

El Beso                
Tu boca, asimétrica belleza
de unos labios dibujados,
los mismos que supieron declararme su amor
esos labios que me llaman
que quiero juntar con los míos

Mi boca, ardiente en deseo
ansiosos mis labios de acariciar los tuyos
mis labios, que no saben
que no pueden, decir
lo que mis dedos dibujan
en un cielo negro
sembrado cual estrellas blancas
de caracteres conocidos

tu lengua, caricia húmeda
que moja mis labios
penetra mi boca
se une con la mia, se aman
antes incluso
que nuestros cuerpos

te saboreo, poco a poco
muerdo tus labios
sujeto tu lengua con la mía
la respiración se acelera
se convierte en un jadeo
vibrante, caliente

te dejas llevar
sabes que se dónde llegar
confías en mí
acaricio tu rostro
en un momento abro los ojos
y los fijo en los tuyos
puedo ver tu vida
la niña sufriendo
la mujer luchando sola
la madre capaz de todo
esa que besa con pasión

seguimos besándonos
nuestras manos comienzan a hablar
recorren cada rincón de nuestros cuerpos
se encuentran, se unen
tu lengua  va marcando un camino en mi cuerpo,
sabe llegar, tus labios van besando
rincones que el tiempo dejo y que ya conoces,
y llegas, y tu boca se apodera de mí
tu lengua acaricia cálidamente
soy tuyo sin poder negarlo,
 te apoderas de  mi voluntad
lo sabes, te gusta, es parte del juego.
Te quedas hasta que te llevas  parte de mí,
y regresas a mis ojos, a besarme en la boca.

Mi boca, ansiosa de tu sabor
de recorrer el mapa de tu cuerpo
tu monte, tu valle, tus suaves colinas
sentir el temblor de tu piel mientras la recorre.
Voy besando esa tierra fértil,
siento en mis dedos que se adelantan,
el estremecer y el calor de tu sexo
me acerco, dibujo con mi lengua
acaricio, y entro, saboreo
beso, recojo tu sabor, y te siento latir.

Y mi boca, y tu boca, se unen,
al igual que nuestros cuerpos.



El Pibe