viernes, 31 de enero de 2014

El Morocho Lacuesta

El Uruguay de 1978, para entonces yo cumplía mis doce años y ya era el tío de una hermosa nena que hoy se ha convertido en una viajera incansable, una sociedad amplia, acostumbrada a acoger en su seno a un abanico multicolor de ciudadanos, consciente de esto, aunque lo viese con la normalidad de quien se cría en un lugar así, me sentía orgulloso de ser un uruguayo más.

Como en pocos lugares en el mundo, aunque ese marketing lo hayan querido acaparar en Yankilandia, podías encontrarte en una mesa de truco, como las que se montaban en el bar de mi viejo, al tano Bofa, al señor Samuel Milkovich (no creo que haya que aclarar), a don Tarjesian, y al Morocho Lacuesta.

Sí, era el mismo país en el que luego del golpe de estado del ´73, hablar de política estaba prohibido, una reunión de más de 5 personas en torno a una mesa podía verse como conspiración y comerte una detención en averiguaciones, que si querías festejar un cumpleaños en tu casa tenías que pedir permiso en la comisaria y en la geografía de la escuela no existía la URSS,  pero esas eran cuestiones ligadas a una “normalidad” impuesta a golpe de fusil, el ciudadano de a pie tenía bien claro cuáles eran los derechos de cada uno y se respetaban entre ellos,  como ley suprema e inapelable.

Estos valores, que se habían forjado con el paso de los años en una sociedad formada por gentes que habían llegado a esa tierra, mi tierra, huyendo de los horrores de las guerras fratricidas, persecuciones políticas y hambrunas, un país que los acogía sin más condición que la promesa de una buena conducta y respeto por las leyes y derechos de todos. En ese país la sociedad condenaba cualquier indicio de xenofobia, racismo o persecución religiosa o ideológica, aunque así no sucediese con las autoridades de turno.

Pero no era perfecto, nada lo es, esa amplitud de criterio tenía sus excepciones, marcadas por las creencias y conocimientos aun escasos sobre las conductas humanas “alternativas”.

Aún faltaban algunos años para que grandes como Freddie Mercury, Los Village People y el maestro Sir Elton John, entre otros muchos que aquí no habría espacio para mencionar, removieran en el mundo entero nuestras mentes aun cerradas con su valor y talentos inigualables.

Pues bien, el Morocho Lacuesta era un  hombre sencillo, reservado, que nunca hablaba de su vida personal. Mientras el tano ni bien se sentaba a la mesa empezaba a quejarse del último puterio que le había montado su mujer, o Caraballo acodado en la barra contaba sus hazañas de juventud con las muchachas del barrio, el morocho se mantenía centrado en la partida.

Era como casi todos los morenos, una persona que no aparentaba su edad, vestido siempre impecablemente, su pantalón de vestir  con la raya planchada  a la perfección, camisa blanca impoluta, saco y corbata, en invierno una gabardina y chaleco de lana por debajo del saco, con el pelo bien corto perfectamente afeitado salvo por un bigote muy fino y bien recortado.. Destacaba además por unas maneras y conversación sumamente educadas, yo me quedaba embelesado escuchándole hablar del Uruguay de los años ´30, de los dos mundiales ganados que él había vivido, de las hazañas de Obdulio, del carnaval en la Ciudad Vieja, de la batalla del Rio de la Plata, recreadas todas ellas con lujo de detalles y con un estilo que acallaba el murmullo interminable que solía reinar en el boliche.

Se había jubilado ya hacía 5 años de la administración, no tenía hijos ni mujer, la única familia que le quedaba era una hermana en salto y un porrón de sobrinos. Era un habitué del bar de mi viejo desde hacía ya un par de años, sabíamos que había tenido que mudarse de Montevideo a Las Piedras buscando un poco de tranquilidad, pero yo no conocía más detalles.

Como siempre yo hacia los deberes en una de las mesas del bar, después de la hora de la comida, cuando mi mama estaba liada en la cocina, el señor Lacuesta se acercaba a ver mis esfuerzos en “idioma español” materia en la cual no gozaba entonces de buenas calificaciones, y con la paciencia de un santo intentaba explicarme reglas de ortografía y gramática, así como consejos para mejorar mi caligrafía.

Mi viejo, un hombre sencillo y muy llano, le conocía de la época en que trabajaba en aquel almacén del mercado del puerto con su tío, solían intercambiar historias de aquella época en la Ciudad Vieja, Lacuesta era un cliente asiduo del almacén.

Un día, llega uno de aquellos personajes que solían pasar por el bar mirando a los parroquianos como radiografiándolos, traje barato, mal planchado, bigote, pelo corto y la pipa abultando en la chaqueta, vamos un “secreta” a gritos.

Estaba la mesa de truco montada, estaban el tano,  Don Samuel, Tarjesian, se había acercado don Samir y Adolfo, Caraballo esperando que saliese alguno seguí la partida al lado de la mesa. Don Lacuesta salía del baño y en eso veo que se para en seco cuando ve al secreta, mi viejo adivino enseguida la jugada y para distraer le dijo, “le sirvo algo” al ajeno.

“Si, me va a explicar que hace el negro maricon ese aquí, no estará enredando otra vez en política”

Mi viejo, que temple no le faltaba, pero sangre tampoco, “Creo que usted se equivoca, el señor es cliente hace años y aquí no se habla de eso”

El personajillo oscuro, dio un repaso con la mirada al local, yo quieto y helado en mi mesa, le dedico una última mirada a mi viejo con desprecio y salió por la puerta. Afuera esperaba un Falcon negro con otros dos del mismo aspecto, se subió y salió dirección las brujas por la 48.

Dentro, el tiempo parecía haberse detenido, parecía que todos nos íbamos aquedar congelados en ese momento, la cara de Lacuesta reflejaba preocupación y desazón. Vi como la angustia se iba apoderando de él  y el sudor le empezaba a recorrer el rostro.

En eso siento que se mueve una silla, y luego otra, Caraballo que se sienta  a la mesa al lugar que le habían dejado y el señor Samir que se levanta y dice “a ver Morochio, vas a jogar o te vas a quedar ahí parado papiando moscas “necesitamos otro pal truco, somos cinco”

Esa era la sencillez con la que se arreglaban las cosas allí, todos eran los mismos que antes de que entrara aquel personaje despreciable, así que para que cambiar las cosas, Lacuesta se sentó, mi viejo siguió limpiando el estaño y yo a mis deberes de historia.

Hoy, luego de todo lo que supuestamente hemos avanzado, de todo lo que se ha luchado, no me puedo creer cuando me encuentro con gente que aun desprecia a sus semejantes por su raza, religión, o condición sexual y menos que alguno de ellos estén organizados en grupos que hasta llegan a tener representación política en países europeos.

Pero Uruguay tampoco está libre de esta lacra, lamentablemente sigue habiendo en nuestro paisito gente como aquel hombre del Falcon, que parapetándose detrás de una máscara de aparente humanidad se atreven a juzgar a otros por su condición, nazis , antisemitas, racistas que dicen que no lo son y homófonos, generalmente estos seres despreciables suelen juntar todas estas cualidades, de las cuales hacen alarde en sus reuniones de bestias pero se cuidan de ocultar al resto de la sociedad, por qué? Sencillamente porque otra cualidad que les caracteriza es la cobardía, como las cucarachas en la oscuridad salen huyendo cuando la luz cae sobre ellos, no tienen siquiera el valor de exponerse ante la sociedad. Y no vale como argumento “yo no me meto con nadie, no le hago daño a nadie con lo que pienso” con gente así, subió al poder en el año 1933 el partido Nazi, responsable de la muerte y persecución de millones de judíos y otras minorías étnicas y sociales en toda Europa, no señor no es excusa, la tolerancia y el apoyo a esas ideologías los hace tan culpables como los que aprietan el gatillo.

Yo seguiré recordando siempre los infructuosos intentos de Lacuesta por ayudarme, y a mi viejo detrás del estaño. La cara del tipo del Falcon es solo una caricatura grotesca que no merece lugar en mi memoria.



El Pibe 

martes, 28 de enero de 2014

Una cosa es una cosa...

Una cosa es una cosa…..

y otra cosa es otra cosa”, esta frase mi viejo no se cansaba de repetirla, con enfado y determinación, cada vez que alguien, incluido yo, lo ponía en la situación de tener que elegir entre dos ideas o planteamientos totalmente antagónicos y carentes de mayor sentido que la coacción.

Nunca entendí , siendo un niño, porque cuando yo amenazaba con no hacer mi tarea si no me dejaba quedarme media hora más jugando a la pelota, o mi hermana le amenazaba con irse de casa si no le dejaba seguir viendo a su novio(Julito, ahí la tenes pal resto de tu vida) o cuando el inspector municipal(u otro coimero de turno) le planteaba que o le ayudaba a pagar esa “cuentita” que tenía pendiente o le iba a tener que multar y cerrarle el boliche, mi viejo siempre respondia en primera instancia con la frase de marras.
Ni decir que yo no me salía con la mía, mi hermana al cabo de un par de años se fue con su novio y el “señor coimero” le cerró y/o multo el boliche en más de una ocasión, pero el incólume.

El caso es que esa misma frase se la oí decir con el tiempo a muchos otros gallegos y gentes de lugares varios, con la misma convicción y firmeza. Como si de una sentencia se tratase, cual jueces de su propia vida.

Con el paso de los años, sin mi viejo al lado para explicármelo, me fui dando cuenta de a que se referían, se trataba ni más ni menos que de un poético y rotundo no a la coacción.

Muchas veces en la vida nos encontramos en ese cruce de caminos en el que alguien nos da a elegir entre uno u otro camino. Cuando la elección es libre, sin amenazas, sin intimidación ni nos pone ante la disyuntiva de tener que renunciar que renunciar a nuestros principios, verdades o afectos, solo se trata de eso una elección libre y valida entre dos caminos. Cuando todos nuestros derechos, principios y afectos se ven amenazados, no dándonos elección si no obligándonos a cambiar de rumbo, la elección es clara “sigo por el mismo camino”.

Esa tozudez, determinación y coraje, son los que me permiten seguir teniendo hoy en mi viejo, a 33 años de su muerte, un faro hacia el que redirigirme cuando he equivocado el rumbo. Son muchas las ocasiones en que me he visto frente a situaciones de esta índole, y pocas en que el haber cedido me hubiese conducido a buen puerto.

En un momento en el que el país que me acogió durante los últimos 15 años se ve inmerso en una profunda crisis, desde el puente de mando de este barco a la deriva se plantean opciones inaceptables “regulación del mercado de trabajo (léase: bajada de salarios, supresión de derechos etc.) o mayor tasa de desempleo”. Como si la una no fuese tan mala como la otra, pregunten a todos esos países por los que ha pasado el boom industrial  de la mano de obra barata y luego además de una población arruinada, han dejado una sociedad diezmada en sus derechos básicos, aunque yo no este más tiempo aquí, espero que esta sociedad se levante y diga no a la coacción.

Últimamente, la vida y algunas personas, me han puesto ante ese cruce de caminos, en algunos casos he podido elegir libremente, en otros no he cedido y perdiendo he elegido el camino que yo creía correcto. Pero también me ha tocado tener que callar, ceder, porque cuando afecta a quien amas te tragas el orgullo, solo espero que el faro siga ahí, y en mi tierra pueda retomar el rumbo.

Nadie tiene derecho a secuestrar los afectos y utilizarlos para callarnos, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Gracias viejo.

El Pibe

martes, 21 de enero de 2014

El relato

Recuerdo bien aquellas tardes de sobremesa los domingos, festivos varios y cumpleaños de la familia. Mi papa, un hombre muy sociable, no en vano había elegido la profesión de barista, solía recoger en casa a cuanta alma sola y consternada  que se cruzase en su vida.

Así, en aquella casita de Las Piedras, sobre la ruta 5, se reunía una comunidad a veces de lo más variopinto, que yo le llamaba la ONU.  Allá estaban el señor Caraballo, viudo ya hacía muchos años que para poder encargarse de la crianza de los 4 hijos más jóvenes (tenia 12) además de su jubilación, con el apoyo muchas veces de mi padre , organizaba excursiones por toda la geografía de nuestro país; el tano Bofa, quintero  de El Dorado que cada vez que su mujer(una italiana temperamental y muy guapa, ambas cualidades que compartía con su hija, mi primer amor y locura) le montaba la bronca, luego de que el barrio entero se enterase, venia donde mi padre a por una palabra de consuelo.  También solían acercarse por casa , don Marcelo el argentino del taxi,  Adolfo un gitano que decidió radicarse en aquella zona y casarse con un muchacha del  barrio contradiciendo su tradición y el señor Samir que viniendo de la lejana Siria se sentía, según sus palabras, más uruguayo que “il agojero dil mate”.

Era como digo una de aquellas típicas tardes  de verano, cuyo festejo ya no recuerdo, en que luego de degustar la cocina de mi padre, con los regañadientes de mi vieja, y acompañado por una selección de licores que,  cual banderas, representaban a cada una de las naciones allí presentes, mi padre comenzaba a contar alguno de sus innumerables  relatos.

Debo decir, con orgullo además, que mi viejo era un relator envidiable, sabía situar al oyente en  el lugar y la escena como pocos he visto en mi vida.

Aquella tarde, comenzó a contar una historia de su juventud en Pontevedra, nos contó como luego de volver de su escuela un día de invierno, con la bolsa para el carbón que le tocaba llevar al día siguiente (en la España de entonces  se era solidario hasta por necesidad) se encontró a su madre en la puerta de casa con una carta en la mano. Era una carta de su tío Manuel (hermano de su madre) le contaba las bondades del país que le había acogido Uruguay, de lo bien que se vivía, del clima maravilloso, y de lo avanzada de aquella sociedad que además recibía con los brazos abiertos a quienes llegaban de todas partes. Le contaba también, que allí hasta los manzanos daban frutos 2  veces al año.

La infancia de mi padre había sido muy pobre, mi abuelo había muerto muy joven dejando una viuda y un hijo de apenas 8 años, mi padre se prometió así mismo que conseguiría ir donde su tío y allí reunir el dinero suficiente para sacar mi abuela de la pobreza, pero antes ese mismo año planto un manzano en lo alto del terreno que dominaba la casa. Pocos años más tarde se iría con su tío a Uruguay, con apenas 15 años a luchar por un futuro

Hacia unos días había escrito mi abuela y le había contado que su manzano seguía allí y le preguntaba si los que había plantado en Uruguay daban más frutos porque  el suyo “daba pena con mucho esfuerzo unas pocas cada año”, y con esto terminaba el relato, con los ojos anegados.

En ese momento mire a mi alrededor, no hizo falta que nadie hablara, las miradas perdidas en el horizonte inexistente, los ojos llorosos y la respiración profunda, sonora y entrecortada  dejaban ver a través de las arrugas y la piel curtida, a un grupo de niños pobres en sus tierras natales recordando a aquellas madres que llorando les despidieron  con la esperanza de que encontrasen el futuro anhelado, pero con la casi  certeza de no volver a acariciar sus rostros. 

Hace un par de años visite aquella casa de mi padre en Pontevedra, la hermana de mi padre me había contactado y organice un viaje de fin de semana para conocer a aquella rama de mi familia.

La casita de mi abuela se había convertido en un ambiente más de una casa ostentosa y de mal gusto, producto de una bonanza desmesurada pero a la vez pasajera. Se conserva aún la estructura de piedra pero poco deja ver de aquella realidad de la posguerra española.

Salí a caminar por el terreno alrededor, y de repente me llamo la atención un pequeño árbol en lo alto del terreno, el pobre se afanaba en sobrevivir en aquel terreno pedregoso y mal regado. Apenas unas hojas animaban sobre las ramas casi secas que el viento amenazaba con quebrar; en eso, una voz detrás de mí me dice “sigue dando pocas manzanas, las mismas desde que lo planto tu padre”

No daba crédito a lo que me contaba mi tía, ese era el manzano del relato, y seguia allí! Me acerque, lo toque y en ese momento me vinieron a la memoria las historias de mi padre y de sus amigos, inmigrantes todos ellos, los recordé reunidos escuchando muñeiras, sardanas, polcas y algún tango de Gardel. Bebiendo aquellos brebajes de su tierra queriendo rescatar el sabor de su juventud. Dándose el consuelo necesario para seguir aguantando, en esa mi tierra, que los acogió y que a muchos como a mi padre hoy cubre con su manto.

Hoy que me planteo la vuelta a mi tierra, luego de 15 años fuera, tengo una mezcla de sensaciones que me invade. Por un lado las ansias de volver, el reencuentro con los amigos de la juventud, la cultura en la que me crie, mi querido carnaval, ese acento que casi se me ha borrado. Pero también están aquellas cosas que en su día quise dejar atrás, afectos rotos, sentimientos amargos, cariños descuidados en el tiempo que hoy, luego de tanto tiempo, es imposible recuperar.

Recuerdo a mi padre y sus relatos, intento hacer lo mismo con mi hijo, pero ni yo soy tan bueno contando ni él tiene tanta paciencia, gajes de la era tecnológica, por eso me limito a escribirlos, quizás algún día él quiera verlos y se ría un poco de su padre y sus vanos intentos .

Este hijo mío, es mi manzano.


El Pibe

jueves, 16 de enero de 2014

Borocotó, la pasión del carnaval

Estamos ya a 16 de enero, para los que amamos el carnaval, ya hemos entrado en la cuenta atrás.

Las comparsas y el resto de agrupaciones dan los últimos retoques para el gran espectáculo, esos 10 días que dura el concurso en el Ramón Collazo y  durante el mes en los tablados.

Recuerdo hoy, como vivíamos esos días en mi querido Fotoclub Uruguayo, con  la barra del coyote, ya planeábamos que íbamos a hacer con las acreditaciones, donde nos íbamos a ubicar, y nos moríamos por encontrar la manera de entrar a aquellos ensayos  que poco menos eran secreto de estado. Estábamos en esas tribulaciones cuando llego Marcelo(Isidorito Cañones, otro día cuento por qué) y suelta como si no importara “acabo de estar con Canela tomando una birrita, se iba a ensayar”

La hago corta, en cinco minutos ya estábamos en 18 de julio, y para cuando nos acordamos ya estábamos bajando por Ejido rumbo a Cebollati, cuando pasamos a lado de la Sudy Lever, tiramos pa´ la derecha antes de llegar al cementerio y en una callecita nos metimos en un conventillo.

Allí estaba Baracutanga, y en el medio Canela organizando el ensayo, entramos y se dio vuelta la comparsa entera a la puerta a mirar a ese grupo de Frikis que se colaba en su mundo.

Tira pa´lante Isidorito  y decile a ver si nos podemos quedar y sacar unas fotos, que no vamos a molestar. Marcelo se acercó, le hablo al oído, y Canela hizo un gesto como de “que pasen, pero que no jodan”.
Al instante estábamos allí, el grupo entero, colgados de unos andamios, en los pasillos abalconados del conventillo, subidos al detrás del improvisado escenario, y empezó el ensayo, Borocotó chas chas, Borocotó chas chas, Borocotó chas chas.  Borocotó Borocotó………

Todos como gárgolas que apuntaban con sus garras, queriendo capturar con el objetivo,  el espíritu de aquellas modernas Gularte y Luna, del Escobillero, la Mamavieja .

Todos salvo yo, yo solo tenía ojos y cámara para una pelirroja chiquita, con el pelo enrulado. La misma que me había atrapado ya el primer día en que la vi, para entonces ya vivíamos nuestra propia aventura, una pasión desenfrenada que nos consumía con los besos, el sexo , y las noches desveladas hablando de García Márquez, Benedetti, Galeano, Rulfo etc.  Y de la lucha política que en aquel entonces creíamos más viva que nunca, porque la hacíamos nosotros.

Con ella supe lo que es la pasión, me atrevo a decir que fue mi gran pasión, pero como todo fuego se apaga o se consume a sí mismo. Esto último fue lo que nos pasó a nosotros, nos convertimos en una hoguera  ardiendo sin control, que luego ya no pudo mantenerse en llama y preferí alejarme para no sufrir más por ella, que la distancia curase mis heridas.

Hoy me acuerdo de ella, y siento ternura por los 2, sé que rehízo su vida y me alegro, me gustaría verla y decírselo, que siento si le hice daño, pero ya no siento lo mismo que entonces.

Muchos años han pasado, algunas mujeres en mi vida, relaciones más cortas o más largas.

Hoy, es cuando siento algo diferente por alguien, vivimos una historia muy hermosa, la conocí y me atrapo su sencillez, no pretendía ser más que lo que era, con sus saltitos de nena acercándose a mi cuando nos veíamos, con sus besos apasionados y llenos de dulzura, con las interminables charlas al teléfono contándome sus ilusiones y participándome en ellas, con su olor a rosas emanando de su piel, con esa sinceridad a flor de labios.

Llenos de ilusión nos embarcamos en un proyecto juntos en aquel pisito diminuto pero lleno del amor de los 3, muchos errores, los dos nos fuimos adaptando a nuestros gustos y manías. Luchamos codo con codo por un sueño, pero yo en algún momento perdí el rumbo y eso termino con el sueño, la ilusión y con sus fuerzas.
 Hoy que siento el carnaval llegar, me gustaría que solo hubiese sido un ensayo, poder repetir la función y hacerlo bien, solo ella lo sabrá, yo espero maquillado y vestido para salir, sé que esto no ha sido solo una gran pasión, hoy no me alejo, hoy quiero estar aquí a su lado.

No estoy seguro si volverá a quererme,  solo sé que en este carnaval de mi vida, quiero estar con ella en mi último tablado. Borocotó chas chas, Borocotó chas…………..



El Pibe 

lunes, 13 de enero de 2014

La Ganga.
Nuestra naturaleza latina y esa herencia árabe, que las culturas del Mediterráneo no deben negar, nos ha llevado siempre a buscar la ganga, el chollo, la oferta.

Nos gratifica tanto a la hora de encontrar esa diferencia en el precio, o la ocasión de negocio única, que las endorfinas que liberamos por este acto suelen nublar nuestra razón y no medimos las consecuencias, dejando de lado la precaución y mesura que se debe tener siempre a la hora de realizar cualquier tipo de transacción.

En el verano de 1996, la pelirroja y yo recibimos la visita de su hermano que venía de Suecia, él se había ido siendo muy joven con sus padres, obligados por las autoridades de entonces, y no había vuelto a Uruguay hasta ese año. Enfermero de profesión en Suecia, tenía unos ingresos que le permitían viajar y conocer mundo, había llegado con ganas de conocer la costa de Maldonado y Rocha y en concreto quería estar unos días en Valizas para de allí seguir hacia hasta Punta del Diablo e incluso Cabo Polonio, típico hasta ahí todo bien.

En eso de conseguir una casita en la zona para quedarnos unos días estábamos, cuando llegó Carlitos, mi amigo desde los 15 , todos hemos tenido un Carlitos en nuestras vidas, el típico amigo que lo hace mejor, más grande y más barato, aunque nadie sabe entonces porque siempre está mangando y no sale de pobre.
“Yo tengo un amigo, que tiene un chalecito en la barra de Valizas, junto al arroyo que me lo deja barato, déjame a mí” esas últimas tres palabras son las que me ponían siempre nervioso, como cuando nos quedamos tirados viniendo de San Gregorio de Polanco por la 46, “déjame a mí que por aquí llegamos antes a Montevideo” 2 días después llegábamos con la grúa.

Pero como la contraria, adicta a las gangas y todo lo que significase un ahorro (además de que no conocía como yo a Carlitos), se enteró de la gran “oportunidad” no tuve más remedio que ceder y confiar una vez más en el buen hacer de mi amigo de la adolescencia.

Salimos un viernes a las 4 de la mañana para estar temprano, mi suegro  para que no me llevase la camioneta me presto su coche(os acordáis de los Citroën  elisee) cargamos el coche, y partimos rumbo a unas soñadas vacaciones de 7 días con mi cuñadito en el maravilloso chalecito que nos había conseguido mi amigo…..

Si ya sé que todos os estáis imaginando ya la clase de cuchitril que me encontré, pues no, era peor de lo que os imagináis….

Se trataba de un ranchito con techo de chapa, donde le quedaba, “monoambiente”, con cuatro literas y el baño afuera ( cuatro chapas a forma de esconder las vergüenzas  mientras se evacuaba y un hoyo en la tierra, ducha?? Para qué, no ibas a ir a la playa?, además  si dabas dos pasos te metías en el arroyo)

Mientras yo me golpeaba la cabeza y repetía como en un conjuro maléfico mil veces el nombre de mi amigo, la pelirroja me iba diciendo “tranquilo, si solo lo vamos a usar para dormir y el tiempo está bueno, que va a pasar”, cuatro últimas palabras proféticas…

Esa misma noche, el cielo estrellado y la luna llena que disfrutábamos cuando volvíamos de cenar en Valizas, dejo paso a unos nubarrones y un viento típico de las tempestades estivales en nuestra costa, muchos años de acampada me habían enseñado a no fiarme del clima por más verano que fuese. “Tranquilo, estamos bajo techo, y mira pesimista, no hay goteras” Sentencio mi media naranja sanguina.

Sobre las 6 de la mañana, me despertó un sonido de agua, medio dormido y con la resaca de la caipiriña del día anterior, me levante de mi litera y…. me zambullí en el agua del arroyo Balizas!!!!

Si señor el “chalecito” era una ganga, a pesar de que no existía ni una canilla ni tubería esa M. tenía agua corriente. Salimos como pudimos, con nuestras cosas encima de nuestras cabezas, al mejor estilo de aquellas películas de Tarzan, en que los exploradores cruzaban los ríos y pantanos de aquella África en California, (si buana, menuda ganga)

Llegamos al coche de mi suegro, el mismo que afortunadamente la noche anterior yo me había negado a estacionar en el “porche” del chalecito, porque si no se lo hubiese llevado el Valizas a la costa junto con el resto de naufragios de la zona.

Una vez el sueco se recuperó de su estupor y le convencimos de seguir adelante con nuestras vacaciones, cargamos el coche y nos dirigimos hacia Punta del diablo, donde un amigo de mi padre regentaba unas bonitas cabañas, que no se parecían en nada a la ganga que acabábamos de dejar.

Carlitos dejo de aparecer por mi casa durante una buena temporada, la flaca le había amenazado con envenenarle el  café.

Hoy con el paso del tiempo puedo reírme como todos vosotros, entre otras cosas porque no deja de ser una mera anécdota que no llego a estropear ni siquiera esas vacaciones.

Pero hay otras gangas aparentes que esconden una trampa, oportunidades de oro o simplemente el ahorro cotidiano que si no medimos bien tarde o temprano nos puede arrastrar al fondo, en particular y como sociedad.

Hace unos años, cuando llegue a España, había comenzado ya un fenómeno a nivel de, principalmente, Europa y Estados Unidos, que supo llamarse aquí primero “milagro económico” (todos recordamos el España va bien) luego “boom inmobiliario” y por “ultimo burbuja inmobiliaria “cuando ya todos estábamos esperando a que reventara.

Esa ganga de economía, que ninguno de nosotros quiso ver por donde le entraba el agua, hoy nos tiene sumergidos en una de las peores crisis de todos los tiempos.

No contentos con todo esto, en el año 2010 el gobierno chino comienza a comprar deuda pública española de forma alarmante, lo cual no solo no dispara las alertas si no que es promovido he incentivado, la panacea de la recuperación de las arcas del estado.

A la par de esto se venían  ya firmando acuerdos comerciales con el gigante asiático, que pocas empresas españolas terminarían viendo favorable.

Comenzamos ya hace unos años a notar una invasión de productos de uso cotidiano que su origen es chino, los mismos que siempre se habían producido en el país, por hacer una diferencia en la compra íbamos a adquirirlos a uno de esos miles de locales que ahora pululan por nuestras ciudades. Perdonen mi ignorancia, pero hasta ahora no he oído a nadie decir, le estamos vendiendo a los chinos 1500 millones de …… español.

Empresas que nos abastecen de servicios básicos, últimamente lo hacen a través de tecnología fabricada netamente en china, es el caso de Telefónica que no se cortó un pelo en cortar todos los contratos con proveedores españoles y europeos para sustituir todo su material por producto chino (mirad en la parte de atrás de vuestro rúter o teléfono domo y veréis de donde viene.

No se trata de ningún complejo ni aversión con los chinos, pero es lógico que si ellos tienen que procurar trabajo y sustento a sus más de 1500 millones de ciudadanos, no van a mirar por nosotros en ningún momento.

En Latinoamérica ya sufrimos durante muchos años el colonialismo económico por parte principalmente de empresas Estadounidenses, llegando a favorecer incluso varios de los golpes militares que terminaron de arruinar la región durante décadas.

Que pasara el día que el boom industrial y económico de China colapse, que pasará con todos esos países que han vendido su deuda y están atados aunque no lo quieran reconocer a una balanza comercial desfavorable?

Las gangas, terminan saliendo caras, mi viajecito con el Sueco, me salió al final como unas vacaciones en Brasil, esto que no estamos viendo nos puede costar el futuro.


El Pibe 

domingo, 12 de enero de 2014

Magos, Reyes o los Magos de mi vida

Magos , Reyes o los Magos de mi vida

La noche del 5 de enero de 1974, yo tenia por entonces los mismos 7 años de mi hijo ahora pero una inocencia mucho mayor, Peñarol había sido campeón el año anterior y mi corazón carbonero ya estaba bien formado, estaba en mi cama ya un tris de dormirme, había sido un día muy agitado haciendo planes con lo que me iban a traer, comentando con mis amigos lo que habíamos pedido y todos los preparativos.

Esa tarde mi papa, que casi nunca estaba en casa hasta tarde, había vuelto temprano y salimos a recoger el pastito, “arrancalo siempre de abajo, es mas tiernito, los camellos están cansados “el agüita fresca, limpiar los zapatos para que nos dejasen ahí los regalos, en mi caso unos gallarate ortopédicos.


En un momento cuando ya cerraba los ojos agotado y me había resignado a que otro año más me quedaba sin conocer a aquellos personajes mágicos, siento que se abre la puerta. Pensé en ese momento “papa y mama no pueden ser, se habían ido a visitar a la tía Antonia que estaba enferma, a mí siempre me daba lastima por que la pobre siempre estaba enferma para la noche de reyes”. Junte valor, porque mi hermana estaba dormida y ella era una nena, aunque siempre estaba con lo de •Yo ya soy una mujer, puedo decidir por mí misma”, pero bueno el hombre era yo y si había que pelear me tocaba. 


La luz del zaguán iluminaba un cachito del comedor y se veían unas bolsas, en eso miro otra vez a la puerta y…. mi papa.


Al final iba a tener razón Cholito, el hijo del Cholo, los Reyes no existen.


Me quede con la puerta casi cerrada y escuchando un ratito, “sabes que ilusión le va a hacer a Nestitor(al que se le ocurra repetir este diminutivo hablando conmigo le retiro la palabra, solo le dejo a mi mama), le decía mi mama a mi papa, y a ver si a Beba (mi hermana, la mujer) se le pasa la mufa con esto, no te preocupes es solo un bache ya vamos a salir de esta” 


Por aquel entonces las cosa en casa iban a medias, no porque mis papas tuvieran problemas entre ellos, sino porque el Uruguay que ellos habían conocido estaba empezando a deteriorarse y la economía lo resentía, malos tiempos para un sector como el barista que empezaba a perder a sus habitués.


Yo sabía que la plata en casa no sobraba, que papa había tenido que quitarse a un par de camareros y se estaba quedando en el bar todo el día desde las 4 de la mañana para dar de desayunar a los que iban a las fabricas hasta que cerraba, algunos días a las 11 de la noche porque alguna barra de amigos de había apalancado en el “estaño”.


Mama, que siempre había dedicado exclusivamente a cuidar de nosotros y de la casa, había empezado a ir al bar a sustituir a la cocinera, yo cuando salía del cole me iba a hacer los deberes al bar en la mesa de la cocina, donde comíamos siempre salvo los domingos que estábamos en casa.


Todo eso se vino a mi cabeza en ese momento, cerré la puerta despacito, me metí i en la cama, con el colchón de lana que se había refrescado un poquito me quede dormido, los reyes si existen, son los magos de mi vida.


Hoy 6 de enero de 2014 me desperté con mi mama en el hospital, la tengo al lado mío cuando escribo, había dejado mis botas al lado de su cama, anoche Salí a caminar durante un par de horas, arranque pastito de abajo, y hoy por la mañana vino una reina pequeñita de 5 añitos que se llama Julia a darnos el regalo de su cariño, en unas hora veré a mi hijo.


Si, creo en los Reyes magos

Motivos

Hola a todos,
el motivo de empezar con blog, es el de no seguir callado, decir lo que siento y opino y contar una parte de mi vida. .

Es también una buena forma de que aquellas personas que me conocen y quieren saber de mi estado puedan acercarse a verme de forma mas o menos discreta, y una buena forma de que mi hijo el día de mañana, sin la presión de tener que escucharme (los hijos nunca quieren escucharnos si no le decimos lo que quieren oír), conozca algo de mi vida y pensamientos.

Dejare aquí, vivencias de una infancia y juventud en mi paísito, y de un presente y sus reflexiones en la Pamplona que me acoge desde hace 15 años.

Gracias a quienes se acerquen, y perdón si quienes menciono en mis historias se sienten vulnerados en la intimidad de unas vivencias compartidas, creerme que siempre lo haré desde el cariño que profeso a las personas que han estado en mi vida.

lo dicho, gracias